Cuidado personal compartido en Chile: Un paso más cerca de la corresponsabilidad parental.
En Chile, el concepto de cuidado personal compartido ha tomado mayor relevancia en
los últimos años como una alternativa que busca equilibrar la crianza de los hijos tras la
separación de los padres y, a la vez, facilitar la reinserción laboral de las madres. Esta
modalidad permite que ambos progenitores participen activamente en la vida de sus
hijos, promoviendo la corresponsabilidad y el interés superior del niño.
Históricamente en Chile, al igual que en la mayoría de los países, el cuidado personal de
los hijos quedaba mayoritariamente en manos de la madre tras la separación de la
pareja. Sin embargo, con la entrada en vigencia de la Ley N° 20.680 en 2013, se
introdujeron modificaciones al Código Civil para permitir el cuidado compartido,
siempre que ambos padres estén de acuerdo; y más recientemente, la denominada “Ley
Amor de Papá” ha reforzado la posibilidad de establecer este régimen, permitiendo que,
en caso de disputa, los jueces puedan otorgarlo cuando consideren que es la mejor
opción para el bienestar del niño.
Ahora bien, claro está que todo anterior ha tenido como único principio rector el interés
superior de los niños y niñas, otorgando las herramientas necesarias para que los
tribunales de justicia puedan tomar la mejor decisión, teniendo en cuenta la relación
afectiva de cada progenitor con el menor, la estabilidad emocional y económica, la
capacidad de ambos padres para garantizar su bienestar, entre otros factores,
contribuyendo a la estabilidad emocional de los menores y fomentando una relación
más equitativa entre los padres e hijos.
Sin embargo, a pesar de los avances que se han llevado a cabo durante los últimos años,
nuestra legislación sigue estando al debe en la implementación efectiva del cuidado
personal compartido, dejando en evidencia la necesidad de actualizar y reforzar los
mecanismos de mediación familiar que faciliten el acuerdo entre los padres priorizando
los intereses del menor y que, a su vez, permita generar patrones para derribar la
resistencia cultural a cambiar el modelo tradicional de crianza, lo cual, seguramente,
tardará unos años más en imponerse.